jueves, 23 de junio de 2011

cambiamos las noches de verano por un invierno en finlandia




tampoco teníamos mucho de que hablar, porque, para ser sincera, nos habíamos convertido en dos desconocidos, hasta el punto de que ya no sabía prácticamente nada de él, así que no quedaban palabras que decirnos. nuestras sonrisas estaban cogidas con chinchetas y las pocas caricias que nos regalábamos nos salían por costumbre. habíamos aniquilado en nuestra vida todo lo natural, y de vez en cuando teníamos que descongelarnos un poquito el amor, porque nos quedábamos helados. la verdad es que a veces se hacía insoportable, sobre todo por las noches, cuando en nuestra cama se colaba el frío polar. y allí estábamos nosotros, dos témpanos de hielo que ni siquiera se abrazaban por temor a abrirse grietas. las miradas se habían convertido en pozos sin fondo, y las palabras en cárceles de angustia para escapar de la rutina y escondernos el uno del otro. el silencio era nuestro mejor amigo. en el silencio parecía que todo iba bien, en el podíamos desaparecer. el silencio olía a los días felices, al verano y a puestas de sol. pero hasta eso era una mentira.



(he vuelto)